jueves, 23 de abril de 2015

Dr. Jekyll y Mr. Hyde



Robert Louis Stevenson, responsable de la novela "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde" (1886), hizo un interesante relato relacionado a la capacidad de la mente humana para generar un fenómeno de doble personalidad. Doble personalidad, que en el caso de la novela, se transformaba en una pesadilla constante para el protagonista: El bien y el mal, la luz y la sombra tratando de sobreponerse.

Fue interesante reencontrarme con este libro, y darme cuenta de que de alguna manera los humanos, padecemos en mayor o menor grado de este conflicto interno al que estaba expuesto el protagonista de la obra. Quizá no al extremo descrito en la novela de Stevenson, pero definitivamente, algo tenemos de Jekyll y el Señor Hyde en nuestro interior. 

Lo sé. La comparación puede parecer un poco burda en primera instancia, pero pienso que este desorden psicológico de personalidad, se hace muy real cuando estamos bajo los efectos del enamoramiento. ¿Quién bajo los efectos de este, no ha terminado desconociéndose a sí mismo, realizando acciones que jamás se hubiera imaginado? ¿Cómo es posible que los fuertes se tuerzan llorando por amor? ¿O que la gente que estuvo muy enamorada en algún momento, hoy no acumule más que odio por la que alguna vez fue su pareja y que amaba con todas sus fuerzas?

La manera en que comenzamos las relaciones hoy en día, consiste en un patrón sumamente común y que se acerca un poco a la forma en que el brillante Dr. Jekyll, comienza a dar rienda suelta a este monstruo que desconoce, y que sin embargo habita en él. Una personalidad oscura que termina saliendose de control, con resultados totalmente inesperados.

Pero, volviendo al tema afectivo, es común enredarnos en diversas relaciones, creyendo poder encontrar en el otro, todo lo que queremos y necesitamos, pensando en que son fuentes inagotables de placer y alegría. Nos sublimamos en un ejercicio que muchas veces termina con nosotros sumidos en depresiones, angustias, tristeza, y una serie de sentimientos que son casi todo lo contrario al amor que sentimos en principio. ¿Qué fallo? ¿Qué hicimos mal?
Aparece de nuevo el atormentado doctor del relato. Todos somos Jekyll’s tratando de amar a Hyde.

Y ahí reside a la vez, el error más grande de todos, ver al otro por separado. 

La lección más importante, es que hay que saber amar al Dr. Jekyll y Mr. Hyde como un todo. SI te enamoras solamente de la parte buena, la parte mala de una persona, te será chocante. Al contrario, si te enamoras del monstruo, su parte buena, te será incomoda, casi rozando en la parodia.

Como humanos nos acostumbramos a la idiotez de pensar que somos buenos o malos., pensando que el definirnos nos convertirá en un absoluto inmutable, lleno de orgullo y sobrebia.

Sin embargo, nuestra personalidad va cambiando con el tiempo, transformandose lentamente durante el tiempo. Todos tenemos algo de cada cosa, en mayor o menor grado, pero formamos un todo, y eso es lo que hay que aprender a amar. Un todo como tal.Con el bien y el mal integrados a nuestro ser.

jueves, 16 de abril de 2015

Viaje al pasado

Hay una pelicula en particular, que habla un poco acerca de la imposibilidad de evitar el futuro. Que lo que tenga que pasar, va a pasar no importa como. 

El viaje al pasado poco o nada puede evitar, salvo retrasar lo inevitable.

Hoy pensaba en esa posibilidad... ¿Qué pasaría si pudiera cambiar cada uno de los acontecimientos que ocurrieron en mi vida? ¿Sería hoy una persona diferente, peor o mejor en algún sentido? ¿Podría retener la tan anhelada felicidad?

En verdad -  y luego de meditarlo un rato- no creo que las cosas fueran distintas si pudiera tener esa posibilidad. Creo que de alguna manera, cuando somos incapaces de liberarnos del pasado, y tememos al futuro, este se replica mágicamente en todos los acontecimientos del presente de alguna u otra manera. A veces somos traicionados por nuestro deseo de controlar todos los acontecimientos, con la finalidad de evitar cometer errores, y en otras ocasiones, las situaciones no son suficientes para satisfacer los deseos que contiene nuestro interior. Mirar al pasado, pensando que aun tenemos poder sobre el abraza elementos de sufrimiento totalmente absurdos y observar al futuro con miedo, nos encierra en un circulo vicioso, en donde mucha gente esta encerrada hoy por hoy.-

Entiendo que muchas veces, buscamos a ciegas en otro, lo que en verdad no depende mas que de nuestra propia aceptación y a su vez, la aceptación del mundo. Un mundo cruel a veces, pero que hay que aceptar.

Creo que toda situación que me ha tocado vivir, ha sido de alguna forma gratificante. Hubo un tiempo en donde casi siempre era superado por las situaciones, tratando de ser el "salvador" . Un salvador que lamentablemente, debió haber medido las consecuencias de sus actos en el presente, antes de proyectarse hacia un futuro bastante oscuro.

Siento que de alguna forma, la pelicula tenia razón: es imposible pretender cambiar el futuro, si volvemos al pasado. Las cosas que ocurrieron, estaran ahi siempre, y aunque lo intentemos muchas veces, se repetira el futuro inevitablemente. Creo que hay que mantenerse en el presente, ya que es el unico lugar en donde podemos de alguna forma, tener poder y control sobre todo. Si podemos manejar el presente, y mantenerlo a salvo del pasado y el futuro, tendremos control absoluto de lo que conocemos como tiempo.

lunes, 6 de abril de 2015

Grey Tour



Tarde gris. Sumergido en mi habitación y en la oscuridad artificial, que provocaban las cortinas cerradas. Se escuchaban las primeras gotas de la lluvia rebotando sobre la cornisa, como una marcha de pequeños seres, que anuncian la llegada de un carnaval.

Tarde gris, y un día feriado. Completamente solo encerrado por el clima y los sentimientos.

Pensamientos grises como el día. Reiterativos. Algunos complejos, otros que vagaban sin rumbo fijo, dejando a su paso una estela de dudas. Todos ellos,  se daban cita en mi cabeza en aquel momento. La nostalgia del tiempo perdido, que se hacía presente en aquella tarde gris.

Salgo a caminar. En medio de la lluvia y la música que sonaba tenue en mis oídos, tratando de buscar un poco de calma, respirando el frio aire de Abril, que me recordaba a mi niñez.

No había calma por supuesto, solo había caos y tristeza. No existían las palabras correctas ni las palabras incorrectas. Solo quería salir de esa situación, esperando que el camino que tomaría esa tarde, hiciera el resto. Caminar sin rumbo. 

Tomo el bus con destino a ninguna parte. Gente abrigada sube tímidamente mientras tratan de cobijarse del frio. Al fondo, la cúpula gótica de la catedral, apuntando hacia el cielo como una flecha gigantesca. La micro baja hacia un túnel, que parece la boca de un gigante hambriento. Apenas me levanto y toco el timbre. Me bajo.

Finalmente, estaba ahí. Parado en una catedral gótica que siempre quise visitar. Interrumpí la liturgia con mi presencia. Hacia frio al interior. Y ahí me quede sentado tratando de aclarar las ideas y entender en lo que todo se había transformado hasta ese punto. No había respuestas. Al menos no las que quería o pretendía obtener. Solo interrogantes cada vez más profundas que se fueron haciendo una pesada carga para aquella tarde. Dios estaba calentándose las manos o tomándose un té. 

Definitivamente no estaba ahí.

Regreso a mi hogar. Enciendo la luz de mi mesa de noche. Tengo los zapatos mojados y los pies también. Ahí donde alguna vez estuviste acurrucada, solo quedaba un espacio vacío en donde solo hay desprecio y orgullo. Tomo el teléfono y simulo marcar. Simulo hablar, mientras afuera la lluvia comienza a tomar fuerza y su sonido me tranquiliza. Me sumerjo en las tinieblas de esta tarde, abrazado por la indiferencia de los recuerdos.

Se había acabado el tour gris de aquella tarde.

lunes, 23 de marzo de 2015

Epilogo

Hasta hace un poco tiempo, pensé que había leído todos los capitulos de aquel libro. Pero solo estaba siendo testigo del prologo. Ahi, aún permanecían retenidas todas las emociones, que no forman parte de esa historia. Sensaciones y emociones. Imagenes que solo existen en mi cabeza. Permanecen retenidas, liberando su efecto, aún despues de mucho tiempo. Quizas cuando ocurrieron, significaron algo importante, tal vez parte del camino que había que seguir necesariamente. El camino del aprendizaje, de las esperanzas. Hoy se olvidan y pierden completamente el significado que alguna vez tuvieron, como si hubieran sido parte de un sueño. 

Dejé de confiar en el tiempo, porque cada uno de los parrafos del libro, eran de un tenor engañoso. Cada uno de los actores que permanecían en el guión, estaban cubiertos por muchas facetas, que finalmente hacían irreconocible su bando. No entendía muy bien, pero a veces estaba en medio de la oscuridad, cuando los puñales se enterraban con firmeza en mi cuerpo, tratando de entender el porque. Tendido sobre el piso, me convertí en un ser ciego y furioso, que trataba de dar alaridos al cielo, pretendiendo que Dios me escuchara alguna vez. Pero no tenia sentido. Aquellos gritos llegaban tarde. Aquella plegaria ya se había consumido mucho antes de que me hubiera dado cuenta.
Todo lo que queda hoy, es una brecha recorrida de la que poco recuerdo. En donde no existe claridad de cuando, o en que momento, todos los pilares de mi alma cayeron sobre mi.

Hoy estoy en paz. Miro las ruinas con la tranquilidad de haber querido jugar a ser el mismo Dios sordo que jamás me escucho. Me impulso a caminar de nuevo sobre la senda que escogí, dejando de lado aquel libro, para que otro pueda comenzar a entender sus páginas.

Mi error sin duda, fue ser el actor del epilogo, de una novela que había terminado apenas comencé a leer.


martes, 17 de marzo de 2015

Historias



Debo reconocer que hasta hace no mucho tiempo, me aburría escuchar lo que la gente me quería contar. Lo anterior responde a la desilución que tenía hasta hace algún tiempo, de la certeza de que casi todo lo que podía escuchar de alguien, me daba una suerte de seguridad respecto a quien tenía enfrente.


Sin embargo, esa percepción cambio por completo durante el último año. Pude comprender que muchas de las historias que la gente cuenta, están completamente desligadas de lo que realmente hacen en la vida:. Amor, engaños, alegrías, vivencias de toda índole. Es como si fuéramos una especie muy extraña respecto a lo que realmente queremos. Vivimos en una eterna batalla en donde la dualidad de nuestro Yo y nuestro Ego, siempre termina por mantenernos en un cuestionamiento inagotable. Y hay que entender aquella dualidad, abrazando al ser que tienes enfrente. Detrás de aquella historia que escuchamos, hay una mucho más profunda sin ser relatada.


Decir y hacer. Un paso que suena tan simple, pero a la vez, un movimiento de impensadas consecuencias en el tiempo. A veces incluso, poder convertirse en una condena, y en otras ocasiones en el alimento para esta voz interna que exige respuestas. Un movimiento sublime pensado para esta "sinfonía" que conocemos como nuestra vida.


Un coleccionista de historias, es eso en lo que me he convertido. Como un atento alumno deseoso de aprender. Cada una de esas anécdotas que llegan a mis oídos, las atesoro, las repito algunas veces en mi cabeza, y trato de entender la razón por la que las personas son únicas, y que aunque la historia se repita una y otra vez en diferentes personas, es la experiencia la que le da un tenor diferente. 


Quizá de alguna forma, y como cita la divina comedia “lo que llamamos azar es nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad”. Todos estamos viviendo la misma historia, contada desde diversos extremos, a veces sin conocernos, pero al fin y al cabo nos ha tocado vivir en esta fábula que llamamos vida, llena de un aprendizaje, que no es otra cosa más que vivir. Sublimarnos con cada momento y con todos aquellos que forman parte de esa irremediable fracción de tiempo destinada a permanecer solamente en nuestra memoria.


Cada vez que escucho una historia, atesoro un valioso fragmento de tiempo, que la otra persona me ha entregado. Un regalo incierto por cierto, pero a fin de cuentas, la vibración de vida que la otra persona ha escogido compartir.




miércoles, 11 de marzo de 2015

Costumbre



"Hay muchas personas que adquieren la costumbre de ser infelices." 

- George Eliot.

Cuando te vi, y te quedaste mirándome, siempre supe que había un error en todo esto. Bajabas la escalera del subterráneo, con una mirada tímida, pero amenazante.Vestida como me gustaba. Y así fue como luego, ahogados en alcohol durante aquella noche, terminamos abrazados y me besaste. ¿Quién lo diría? Probablemente una suerte de interés – pensé- , o alguna forma macabra de hacerme caer en terrenos que desconocía. Desconfié. Desconfíe pero me gustaba lo que me hacías sentir. Me hiciste sentir vivo, en el momento en que estaba muerto, aún sangrando por las heridas del pasado y temeroso por las heridas que habría de sufrir en el futuro. Me hiciste sentir vivo de nuevo, a pesar de que cargabas con las heridas abiertas del pasado que nunca enfrentaste.

Violente mis leyes sagradas. Me proyecté más allá de lo que había pensado hasta ese entonces. Seguí bebiendo de tus labios, una y otra vez, aunque cada vez que lo hacía, me encontraba espinas, espinas que me hacían sangrar. 

Cada vez que nuestros cuerpos se unían, había algo que estaba oculto, abrazado de culpa y dolor, de lágrimas y temores. Pero me acostumbré también. Me acostumbré a sangrar, a pasar frio, a echarme hacia un lado, a llorar en la oscuridad. Me acostumbre a esperarte, a callar lo que realmente sentía. Me acostumbre a que el silencio dijera lo que en realidad quería decir. Me acostumbré a mirarte como un intruso mira a su víctima antes de atacar.

Me acostumbre a sentirte como un objeto, más que una persona, en el último tiempo, mientras te alejabas. Me acostumbré a sentirte más como una prisionera que quiere huir en cualquier momento, que alguien que estaba por su propia voluntad. Me acostumbre a vivir con alguien que jamás abrió sus puertas, y que sabía demasiado de mí. Me acostumbré a tus abrazos y tus besos, y a la poesía que a veces cantabas en silencio. A esas sonrisas de medianoche, y esos trasnochados encuentros. Tu tiempo, fue valioso, más que cualquier pertenencia de este mundo que el dinero pueda comprar. Son las pertenencias que jamás tendré que devolverte y me alegro de eso.