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viernes, 12 de junio de 2015

Abismo

Podría tenerlo todo en este momento, en que tranquilamente acaricio tu pelo, y me sumerjo constantemente en tu boca. Pero hay algo en esto. Algo que no podría interpretar con palabras, pues nunca lo había sentido antes. Es como si en verdad, todo esto que hago, lo hiciera solo. Es como si no estuvieras acá. ¿No es extraño? No me hace sentido que me digas que me quieres, y que a veces timidamente me digas que me amas. No me hace sentido que mientras trato de alcanzar tu corazón con la mirada, tus ojos digan otra cosa. Que te enrosques en una caparazón, recubierta por las más hermosas señales, pero que dentro oculte algo. No lo entiendo a decir verdad. Hoy nuevamente me quedo estupefacto, mientras lloras a un costado mio. Intento abrazarte, pero hay un sudor frio e incomodo en tu cuerpo, que traspasa tu ropa. Hay algo en ese gemido, ahi esta la verdad, lo se, pero se me hace imposible llegar a ella. En este momento, esta expuesta la verdadera persona que eres, pero no se que hacer para retenerla. Es aqui donde deberiamos habernos conocido, es en este preciso instante. Pero ya es tarde. Nuevamente y bajo la excusa de un abrazo, tratas de arrimarte sofocada a mi cuerpo inquieto y sediento de tus caricias. Ahi se acaba todo de nuevo. Pienso, y le doy miles de vueltas, tratando de entender que es lo que hay en el fondo de esas lágrimas, de ese pesar. Que hay detras de esa sonrisa que enseñas al mundo, pero esos ojos que encierran tanto dolor, como si les hubieran arrebatado algo. Como si te hubieras acercado demasiado al abismo y el abismo haya penetrado para siempre en ti.

jueves, 5 de marzo de 2015

Mal Presentimiento



Cuando detuve mi mirada sobre esa miniatura, apenas podía creer lo que estaba viendo. Aquella imagen,  como un ojo del abismo, conocía el secreto de mis miedos y temores más profundos. Era una llamada famélica que despertaba a los demonios que parecían haberse dormido hace mucho tiempo en algún lugar de la mente.

Como si alguien hubiese puesto una daga sobre mi garganta y la hubiese hundido hasta la profundidad, quede petrificado. Aquella imagen, parecía cobrar vida, y extendía sus posibilidades al infinito. La punta afilada de un alfiler, se estancaba en la medula espinal y de pronto mi pecho se había convertido en un fardo de emociones, que comenzaban a desbordarse. Incontrolable, ciego y sordo. Respire por semanas, los vapores tóxicos del dolor y la agonía, como un adicto respira los humos de su pipa tratando de retener el placer que lo matará.

Siempre tuve un mal presentimiento de personas así. Nunca tuve muy claro, si eran sus ojos,  o su manera de observar. No era de fiar. Cada vez que dirigía una mirada hacía él, sin que se diera cuenta, observe que se comportaba como un intruso, como tratando de retener lo que no se puede. Como un animal hambriento al borde de la mesa, esperando que cayera cualquier pieza para poder roerla, hasta saciar un hambre que no acaba nunca, morder un hueso y no tener dientes para aquello. Su forma de hablar, y cada una de las palabras que emanaba entre medio de su falsa sonrisa. Había algo que no podía ocultarle a los demás. En el fondo, muy en el fondo, quería lo que todos los demás tenían. Lo ansiaba con todas sus fuerzas. Lo deseaba. Pero cuando lo obtenía, se encargaría de depositar todo su empeño, para que las cosas perdieran su valor, y solo se convirtieran en un gemido enfermo en su cabeza, para repetir el ciclo una vez más. Hasta convertirse solamente en una sombra en la pared.

Por alguna razón, yo pretendí acercarme, como un mago que invoca presencias que no podrá controlar, practicando alquimias que no conoce.  En un ejercicio inútil, busqué acercarme a fuerzas que pensaba podría controlar, buscando la armonía.

Solo con el tiempo, pude entender lo que aquella visión del abismo, despertó en mí, en aquella ocasión. Entendí muchas cosas, y otras tantas, comprendí que jamás las iba a entender.