Una tarde
de lluvia. El vacío y el silencio. Algo de calor se logra acumular bajo las
tapas, pero el frio entra rápidamente, congelando la piel. Me cubro de prisa.
Afuera,
furiosa, la lluvia sigue cayendo, como una orquesta de sonidos intermitentes.
El olor a humedad, se asoma un poco, mientras intento acomodarme, intentando
evitar el sudor, que se clava frio sobre mi espalda.
La oscuridad se cierne
sobre el cuarto. Solo se escucha mi respiración, que se une a tus latidos.
Tratando de abrazar lo que en algún momento no estará más.
Pienso.
Pero a la vez no quiero pensar. La pasión de hace algunos momentos pudo haber
derretido cualquier problema, pero el frio de nuestros cuerpos, hace temer lo
peor. De pronto inquieta te alejas. El calor de nuestro nido te sofoca. Te
levantas desnuda, en medio de la oscuridad. Apenas distingo tus curvas que miro
como un intruso, mientras se cubren y desaparecen rápidamente tras la puerta.
Tengo frio. La lluvia sigue cayendo. Aparecen unas lágrimas rápidamente, que
intento secar a prisa, sin frotar mis ojos para que nunca te des cuenta.
Vuelves al cuarto, sin hablar. Te metes nuevamente a la cama, tratando de
evitar mi abrazo. Insisto. Te enojas. Sigo mirando hacia el techo, buscando alguna
forma de atravesar esta oscuridad que ha crecido aún más. Me siento a un
costado, y enciendo un cigarro a solas, y sigo pensando, tratando de encontrar
respuestas que no voy a encontrar. Me
levanto, y me sirvo un té, que se enfría rápidamente mientras el frio del
exterior se cuela por el orificio de la ventana con el vidrio quebrado.
Se hace de
noche, el silencio y la lluvia enmudecen todo dialogo, y caigo dormido
esperando que me hables. Pero no lo logro. Y caigo envuelto en las mismas
pesadillas una y otra vez, mientras te observo. Observo tu espalda semidesnuda,
que se cubre rápidamente para evitarme.
Cae la
noche, y el silencio nuevamente se apodera de todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario