jueves, 5 de marzo de 2015

Mal Presentimiento



Cuando detuve mi mirada sobre esa miniatura, apenas podía creer lo que estaba viendo. Aquella imagen,  como un ojo del abismo, conocía el secreto de mis miedos y temores más profundos. Era una llamada famélica que despertaba a los demonios que parecían haberse dormido hace mucho tiempo en algún lugar de la mente.

Como si alguien hubiese puesto una daga sobre mi garganta y la hubiese hundido hasta la profundidad, quede petrificado. Aquella imagen, parecía cobrar vida, y extendía sus posibilidades al infinito. La punta afilada de un alfiler, se estancaba en la medula espinal y de pronto mi pecho se había convertido en un fardo de emociones, que comenzaban a desbordarse. Incontrolable, ciego y sordo. Respire por semanas, los vapores tóxicos del dolor y la agonía, como un adicto respira los humos de su pipa tratando de retener el placer que lo matará.

Siempre tuve un mal presentimiento de personas así. Nunca tuve muy claro, si eran sus ojos,  o su manera de observar. No era de fiar. Cada vez que dirigía una mirada hacía él, sin que se diera cuenta, observe que se comportaba como un intruso, como tratando de retener lo que no se puede. Como un animal hambriento al borde de la mesa, esperando que cayera cualquier pieza para poder roerla, hasta saciar un hambre que no acaba nunca, morder un hueso y no tener dientes para aquello. Su forma de hablar, y cada una de las palabras que emanaba entre medio de su falsa sonrisa. Había algo que no podía ocultarle a los demás. En el fondo, muy en el fondo, quería lo que todos los demás tenían. Lo ansiaba con todas sus fuerzas. Lo deseaba. Pero cuando lo obtenía, se encargaría de depositar todo su empeño, para que las cosas perdieran su valor, y solo se convirtieran en un gemido enfermo en su cabeza, para repetir el ciclo una vez más. Hasta convertirse solamente en una sombra en la pared.

Por alguna razón, yo pretendí acercarme, como un mago que invoca presencias que no podrá controlar, practicando alquimias que no conoce.  En un ejercicio inútil, busqué acercarme a fuerzas que pensaba podría controlar, buscando la armonía.

Solo con el tiempo, pude entender lo que aquella visión del abismo, despertó en mí, en aquella ocasión. Entendí muchas cosas, y otras tantas, comprendí que jamás las iba a entender.

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