Cuando detuve mi mirada sobre esa
miniatura, apenas podía creer lo que estaba viendo. Aquella imagen, como un ojo del abismo, conocía el secreto de
mis miedos y temores más profundos. Era una llamada famélica que despertaba a
los demonios que parecían haberse dormido hace mucho tiempo en algún lugar de
la mente.
Como si alguien hubiese puesto una
daga sobre mi garganta y la hubiese hundido hasta la profundidad, quede
petrificado. Aquella imagen, parecía cobrar vida, y extendía sus posibilidades
al infinito. La punta afilada de un alfiler, se estancaba en la medula espinal
y de pronto mi pecho se había convertido en un fardo de emociones, que
comenzaban a desbordarse. Incontrolable, ciego y sordo. Respire por semanas,
los vapores tóxicos del dolor y la agonía, como un adicto respira los humos de
su pipa tratando de retener el placer que lo matará.
Siempre tuve un mal presentimiento
de personas así. Nunca tuve muy claro, si eran sus ojos, o su manera de observar. No era de fiar. Cada
vez que dirigía una mirada hacía él, sin que se diera cuenta, observe que se comportaba como un intruso, como tratando de retener lo que no se puede. Como
un animal hambriento al borde de la mesa, esperando que cayera cualquier pieza
para poder roerla, hasta saciar un hambre que no acaba nunca, morder un hueso y
no tener dientes para aquello. Su forma de hablar, y cada una de las palabras
que emanaba entre medio de su falsa sonrisa. Había algo que no podía ocultarle
a los demás. En el fondo, muy en el fondo, quería lo que todos los demás tenían.
Lo ansiaba con todas sus fuerzas. Lo deseaba. Pero cuando lo obtenía, se
encargaría de depositar todo su empeño, para que las cosas perdieran su
valor, y solo se convirtieran en un gemido enfermo en su cabeza, para repetir
el ciclo una vez más. Hasta convertirse solamente en una sombra en la pared.
Por alguna razón, yo pretendí
acercarme, como un mago que invoca presencias que no podrá controlar,
practicando alquimias que no conoce. En
un ejercicio inútil, busqué acercarme a fuerzas que pensaba podría controlar,
buscando la armonía.
Solo con
el tiempo, pude entender lo que aquella visión del abismo, despertó en mí, en
aquella ocasión. Entendí muchas cosas, y otras tantas, comprendí que jamás las
iba a entender.
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