
Sin
embargo, esa percepción cambio por completo durante el último año. Pude comprender que muchas de las historias que la gente cuenta, están completamente
desligadas de lo que realmente hacen en la vida:. Amor, engaños, alegrías,
vivencias de toda índole. Es como si fuéramos una especie muy extraña respecto
a lo que realmente queremos. Vivimos en una eterna batalla en donde la dualidad
de nuestro Yo y nuestro Ego, siempre termina por mantenernos en un
cuestionamiento inagotable. Y hay que entender aquella dualidad, abrazando al ser que tienes enfrente. Detrás de aquella historia que escuchamos, hay una mucho más profunda sin ser relatada.
Decir y
hacer. Un paso que suena tan simple, pero a la vez, un movimiento de impensadas
consecuencias en el tiempo. A veces incluso, poder convertirse en una condena,
y en otras ocasiones en el alimento para esta voz interna que exige respuestas. Un movimiento sublime pensado para esta "sinfonía" que conocemos como nuestra vida.
Un
coleccionista de historias, es eso en lo que me he convertido. Como un atento
alumno deseoso de aprender. Cada una de esas anécdotas que llegan a mis oídos,
las atesoro, las repito algunas veces en mi cabeza, y trato de entender la
razón por la que las personas son únicas, y que aunque la historia se repita
una y otra vez en diferentes personas, es la experiencia la que le da un tenor
diferente.
Quizá de
alguna forma, y como cita la divina comedia “lo
que llamamos azar es nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad”.
Todos estamos viviendo la misma historia, contada desde diversos extremos, a
veces sin conocernos, pero al fin y al cabo nos ha tocado vivir en esta fábula
que llamamos vida, llena de un aprendizaje, que no es otra cosa más que vivir.
Sublimarnos con cada momento y con todos aquellos que forman parte de esa
irremediable fracción de tiempo destinada a permanecer solamente en nuestra
memoria.
Cada vez
que escucho una historia, atesoro un valioso fragmento de tiempo, que la otra
persona me ha entregado. Un regalo incierto por cierto, pero a fin de cuentas, la vibración de vida que la otra persona ha escogido compartir.
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