
Dejé de confiar en el tiempo, porque cada uno de los parrafos del libro, eran de un tenor engañoso. Cada uno de los actores que permanecían en el guión, estaban cubiertos por muchas facetas, que finalmente hacían irreconocible su bando. No entendía muy bien, pero a veces estaba en medio de la oscuridad, cuando los puñales se enterraban con firmeza en mi cuerpo, tratando de entender el porque. Tendido sobre el piso, me convertí en un ser ciego y furioso, que trataba de dar alaridos al cielo, pretendiendo que Dios me escuchara alguna vez. Pero no tenia sentido. Aquellos gritos llegaban tarde. Aquella plegaria ya se había consumido mucho antes de que me hubiera dado cuenta.
Todo lo que queda hoy, es una brecha recorrida de la que poco recuerdo. En donde no existe claridad de cuando, o en que momento, todos los pilares de mi alma cayeron sobre mi.
Hoy estoy en paz. Miro las ruinas con la tranquilidad de haber querido jugar a ser el mismo Dios sordo que jamás me escucho. Me impulso a caminar de nuevo sobre la senda que escogí, dejando de lado aquel libro, para que otro pueda comenzar a entender sus páginas.
Mi error sin duda, fue ser el actor del epilogo, de una novela que había terminado apenas comencé a leer.