lunes, 16 de mayo de 2016

Una Copa de Más



“El amor es como el vino, y como el vino también, a unos reconforta y a otros destroza.”

La frase anterior, propiedad del escritor austriaco Stefan Zweig, hace una comparación entre las virtudes del alcohol y  los efectos del amor en las personas. No es casualidad que la relación con las espirituosas bebidas alcohólicas, tenga mucha similitud con nuestra relación con las personas.  Hay gente que jamás ha bebido una gota de alcohol, y sin embargo, se han convertido en alcohólicos emocionales, presos de relaciones obsesivas. Relaciones en las que pierden la dignidad y sufren daños irreparables a nivel físico y emocional.

Una Copa de Más

Negar que los efluvios mágicos de una copa de vino -consumida responsablemente- nos puedan llevar a experimentar placenteras sensaciones, sería negar que el amor a veces nos haga sentir más cerca del cielo que de la tierra. Ambos efectos podrían ser descritos como la “locura voluntaria” de la que habla Séneca. Y si bien el enamoramiento en algunas personas,  comparte muchas características con  el consumo de bebidas alcohólicas, esta relación siempre  camina en el delgado hilo que separa el placer de la adicción.

¿Qué ocurre cuando nuestros sentidos sucumben ante la adicción del alcohol? 

Pues algo muy similar cuando sucumben ante el efecto de un enamoramiento desenfrenado. Rápidamente, las maravillas se transforman en la peor pesadilla para nuestra salud. El sabor aterciopelado del alcohol, es reemplazado por el repugnante tufo del vomito saliendo de nuestra boca. La resaca danzante como el infierno en nuestra cabeza. Y aunque muchos conozcan  los resultados desastrosos de la ingesta en exceso, vuelven una y otra vez a repetir el amargo espectáculo de la borrachera.

Una relación amorosa, carente de responsabilidad, puede llevarnos a tener una “resaca emocional” de impensadas consecuencias. Es una buena razón conocer nuestros límites, porque lo que nos jugamos en una relación inconsciente o en piloto automático, es nuestra dignidad, lo que somos y lo que nos define. Un juego peligroso. Una ruleta rusa apuntando directamente a nuestra sien, en donde el resultado es perder. Una conducta obsesiva, que nada tiene que envidiarle al alcoholismo.

¿Y cómo se puedo ser responsable en una relación? 

Conozca sus límites.

Nunca ponga en tela de juicio su dignidad como persona. Ponga la alerta. No confunda las cosas. Vivimos en una sociedad que le ha dado propiedades mágicas al enamoramiento y por lo tanto, al idealizar exageradamente a las personas. Ponga los pies en la tierra. Ponga a su pareja en la tierra. Nos relacionamos con personas. Con sus defectos y virtudes.  No se aferre al dolor con normalidad.  Cuando una relación le impide funcionar bien como persona, es el momento adecuado para buscar ayuda y replantearse el vínculo. Amar es una decisión. Pero cuando se transforma en una obsesión, no hay nada que la diferencie del alcoholismo.
En este escenario, es muy común toparse con psicópatas y narcisos, quienes pueden aprovecharse hábilmente de personas susceptibles a conductas obsesivas, para poder obtener jugosos dividendos. Por eso es necesario poder revisar constantemente, nuestros valores y principios, sobre todo el principal, que es la autoestima, el valor propio. (y no el ego como muchos afirman). Ellos serán pilares fundamentales en situaciones de riesgo. Recuerde que el  principal riesgo es perderse uno mismo en conductas altamente destructivas. Y si el amor con ciertos personajes, significa destruirse en el proceso, es mejor estar solo.

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