Idealización: La trampa está
en la mente
¿Podrá existir en la vida una trampa mental más sórdida que la de la
idealización de otra persona?
Antes de seguir , debo reconocer que la “idealización”
no era un término desconocido para mí. Durante mucho tiempo, lo escuché. A
veces incluso me burlaba de la gente que había caído en trampas generadas por
su propia mente, y que para mí –viendo todo el espectáculo desde la comodidad
del espectador- me parecían totalmente absurdas. Hombres y mujeres arrastrados por tormentas emocionales, con tal de salvar relaciones agotadas en nombre del amor,
incapaces de recuperar su amor propio. Victimas mutiladas por el apego en la peor de sus manifestaciones.
A decir verdad, no entendía de
manera muy clara el concepto, hasta que me tocó experimentarlo personalmente. Si bien no fue una experiencia que podriamos catalogar de "grata", si se transformó en una experiencia enriquecedora. El
duelo de un proceso amoroso, usualmente revela que tanto había jugado nuestra
mente con nosotros, ocultándonos la realidad. Si, en verdad, es
como una vocecita interna que nos dicta instrucciones fuera de toda lógica,
cuando se trata de pasar por sobre nosotros mismos en pro de otra persona, que
adquiere de un momento a otro inexistentes cualidades divinas, que le permiten hacer
y deshacer con nosotros. ¿Cuantas veces me cuestione las cosas que estaba haciendo con tal de lograr la aprobación de la otra persona? ¿Qué pasaba por mi cabeza? ¿Qué proceso mental me hizo transformar a una persona común y corriente en un ideal?
¿Y que es idealizar, cual es el
verdadero concepto?
Idealizar: tr. Creer o representarse la realidad como mejor y más bella de lo que
es en realidad
Diablos, la descripción nos hace
caer de golpe en el piso: ¿Cómo saber cuándo estas idealizando a alguien, si te encuentras emborrachado de amor?
¿Qué nos lleva a perder por completo la capacidad de análisis de la persona que
tenemos en frente? ¿La trampa de la Alma gemela? ¿La media Naranja? ¿Amor
eterno?. Tantas preguntas, que sin embargo, no sabremos contestar hasta el momento en que experimentemos en carne propia este efecto.
Durante estos últimos meses, de dura rutina de pensamiento critico sobre a todo hacia mi persona, llegué
a la conclusión de que la idealización no es más que un fenómeno de pensamiento mágico programado de
generación en generación: Los cuentos de
hadas, los poemas de amor, nuestras familias, el famoso “felices para siempre”. El querer creer
que la felicidad va de la mano con una
princesa o un príncipe encantado o seres mágicos llenos de cualidades
divinas, capaces de brindarnos un festín de sensaciones sin límite. Una trampa
emocional que nos impide pensar objetivamente en nuestra condición de humanos,
con todos nuestros defectos, nuestros ángeles y demonios.
Bajo mi experiencia, sin duda debe
haber algo en la conciencia colectiva
que nos hace sucumbir ante los efectos de la idealización cuando estamos
enamorados. Algún código genético predispuesto para caer en este pensamiento
mágico y tratar de proyectarlo en el tiempo como un bálsamo de perfección sin
cuestionamientos.
Pero miremos la cruda realidad:
Casarse, tener hijos, todas esas
ilusiones impuestas por nuestra queridísima sociedad – y soportar, dicho sea de paso- además de todos los embates necesarios para
poder volver realidad estos sueños, que dan como resultado la “felicidad”, se
convierten a largo plazo en un juego peligroso.
Uno podría pensar, ¿La felicidad está en idealizar a alguien? ¿Está la
felicidad en tratar de mantener en nuestra vida, a alguien que en verdad, poco o nada tiene que
ver con lo que queremos?
Mi respuesta es NO. No lo creo así. Pienso que salir de la trampa de la
idealización es un ejercicio complicado
que requiere un análisis profundo, por sobre todo, mucho amor propio de
nuestra parte (También altas dosis de valor para tomar la decisión de terminar
una relación que no nos hace bien, pues usualmente la persona idealizada, conoce perfectamente su ventaja sobre nosotros y jugara muy bien sus cartas en este aspecto).
Una pareja debe construirse bajo el código
del apoyo, comprensión, complicidad, confianza, fidelidad, cosas que van mucho
más que del enamoramiento extremo y sus pajaritos y mariposas. Si estamos con alguien que esta utilizando nuestra "idealizacion" como una ventaja para utilizarnos, hay un serio problema.
¿Y cuando estoy idealizando a alguien? ¿Cómo lo identifico?
Solo expondré algunos ejemplos, pero
básicamente, es cuando pensamos que un elefante es una vaca. Y nos enamoramos
perdidamente de la vaca. El Zen, es bien claro en este punto: “No podemos negar
la naturaleza de las cosas”. Con las personas pasa lo mismo. Cuando caemos en
el juego de idealizar, lentamente nos vamos perdiendo en cosas como:
Atribuirle más derechos que los
propios. (Te amo más de lo que me amo a
mí). ¿De dónde sacamos esta conclusión? Derechos y deberes deben ser por igual
en una pareja. Por algo es una “pareja”. Cuando esto se violenta, se conforma
otro tipo de relación.
Cuando pensamos que hay “algo en su
interior” que debemos rescatar (Es que yo
veo algo en él/ella que nadie ve, y sé que debo hacer lo posible para salvarlo).
Esta bien, puede que lo haya, pero, ¿Somos los elegidos por la divinidad para
tener que incinerarnos en la búsqueda de esta joya interior de quien tenemos en
frente?
Cuando creemos que es la única
persona en el mundo capaz de amarnos. (Y
cuando nos lo dicen) Esta inocente frase es una muestra egoísmo enorme. Con nosotros
mismos, y con los demás. Todos pueden amarnos, y podemos amar a todos. Más o
menos, lo decidiremos nosotros.
Cuando pensamos que debemos dejar de
ser lo que somos, con tal de merecer el amor (Secuestro emocional) . No
podemos renunciar a lo que somos por permanecer en un idilio y mucho menos,
tener que soportar condicionamientos por parte de la pareja para mantener la
relación. Detrás de todos esos “Si no haces esto, te dejo”, “si sigues viendo a
tu amig@, te dejo” y un largo etcétera de amenazas, se esconden hábilmente
personajes muy siniestros. Y ten en claro que jamás se van a rendir, con tal de
hacerte la vida desgraciada.
No quiero satanizar el enamoramiento, de hecho lo disfruto y mucho, pero hay que tener claro, primero que todo, que nos relacionamos entre humanos. Pensar de manera mágica, nos puede inevitablemente, llevar a caer en manos de ególatras narcisistas, que
pueden provocarnos dolorosas situaciones de las que en verdad no hemos sido más
que los propios arquitectos. Por tanto, creo que es importante responsabilizarnos de nuestro proceso de enamoramiento, para que este sea lo más aterrizado posible, evitando ver cosas que no son, en la persona que tenemos en frente.
Si hay algo que aprendí en este tiempo, es que no hay ejercicio mas hermoso, que querer a alguien por lo que verdaderamente es, y no por lo que creemos que es, o pensamos que debe o debería ser. No negar la naturaleza de las cosas, como dice sabiamente el Zen.
Cuidense, y recuerden que la felicidad, depende primero que todo, de nosotros mismos.
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