jueves, 8 de enero de 2015

Estar solo no es una casualidad.



Estar solo, no es una casualidad, se los puedo asegurar. Te habrás dado cuenta, que como sean las cosas en este momento – sea cual sea la causa de esta soledad que estás viviendo-, ya estas parado en un ahora, en un instante que ya no es parte del pasado, ni del futuro. Estas en el instante más poderoso de la creación. Aquí no hay intermedios. Podrán decirte lo que quieran, tratarte como sea. Pero estas en un momento crucial de tu existencia. De nada sirve aferrarte al pasado, o sentirte abrumado por el futuro. Ambas medidas de tiempo, ya no pueden alcanzarte de ninguna forma. El pasado forma irrevocablemente, parte de ti: Acéptalo. Y el futuro aún no llega: No te alimentes de él.

Independiente del grado de dolor que hayas experimentado en el pasado, perdona. Deja que la vida haga su trabajo con el tiempo. Acepta tu condición. No opongas resistencia. El primer paso para lograr la tranquilidad, es estar presente en este momento. ¿Y el futuro? Pues no esperes de él, nada si no estas trabajando desde este preciso instante, viviendo el presente.

Imagina aquellas caídas que tuviste cuando eras niño: Esas caídas cuando tus rodillas se hirieron seriamente. El dolor era terrible en el momento en que ocurrió, pensaste que no podrías superarlo, pero con el tiempo, y los cuidados necesarios, tus rodillas sanaron. Volviste a caminar, volviste a correr. El dolor desapareció para siempre. ¿Te imaginas mantener hasta hoy el dolor de esa herida incluyendo el sufrimiento que te causo? ¿Te imaginas no volver nunca más a jugar por el miedo que te produce volver a caerte?  De seguro que volviste a jugar, y te volviste a caer. Pero ya no importaba. Entendías que formaba parte de la vida y había que aceptarlo, como parte del juego. Sabías que la alegría del juego, podría verse interrumpida por alguna dolorosa caída, pero la satisfacción de jugar, te daba el suficiente coraje para seguirlo intentando.
Cuando sufrimos y nos aferramos al dolor, No dejamos que la herida se cierre. No aceptamos la condición. Caemos victimas de pensamientos repetitivos, que nos devoran. El pasado se hace un infierno, y el futuro un barranco sin fondo. Insistimos en restregarnos la herida, por días, semanas, años, incluso toda una vida.
Como toda herida en la vida, El dolor es necesario, pero el sufrimiento es opcional. Date tiempo para cuidar esa herida que te tiene mal. No la niegues, ni la ocultes, cuídala, entiende porque ocurrió, y deja que sane. Las heridas del alma, son las más dolorosas, pero son las que más nos enseñan a valorarnos a nosotros mismos.

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