Estar solo, no es una casualidad, se los puedo asegurar. Te habrás dado cuenta,
que como sean las cosas en este momento – sea cual sea la causa de esta soledad
que estás viviendo-, ya estas parado en
un ahora, en un instante que ya no es parte del pasado, ni del futuro.
Estas en el instante más poderoso de la creación. Aquí no hay intermedios. Podrán
decirte lo que quieran, tratarte como sea. Pero estas en un momento crucial de tu existencia. De
nada sirve aferrarte al pasado, o sentirte abrumado por el futuro. Ambas
medidas de tiempo, ya no pueden alcanzarte de ninguna forma. El pasado forma
irrevocablemente, parte de ti: Acéptalo. Y el futuro aún no llega: No te
alimentes de él.
Independiente del grado de dolor que
hayas experimentado en el pasado,
perdona. Deja que la vida haga su trabajo con el tiempo. Acepta tu
condición. No opongas resistencia. El primer paso para lograr la tranquilidad,
es estar presente en este momento. ¿Y el futuro? Pues no esperes de él, nada si no estas trabajando desde este preciso instante, viviendo el presente.
Imagina aquellas caídas que tuviste
cuando eras niño: Esas caídas cuando tus rodillas se hirieron seriamente. El
dolor era terrible en el momento en que ocurrió, pensaste que no podrías
superarlo, pero con el tiempo, y los cuidados necesarios, tus rodillas sanaron.
Volviste a caminar, volviste a correr. El dolor desapareció para siempre. ¿Te
imaginas mantener hasta hoy el dolor de esa herida incluyendo el sufrimiento
que te causo? ¿Te imaginas no volver nunca más a jugar por el miedo que te
produce volver a caerte? De seguro que
volviste a jugar, y te volviste a caer. Pero ya no importaba. Entendías que
formaba parte de la vida y había que aceptarlo, como parte del juego. Sabías
que la alegría del juego, podría verse interrumpida por alguna dolorosa caída,
pero la satisfacción de jugar, te daba el suficiente coraje para seguirlo
intentando.
Cuando sufrimos y nos aferramos al
dolor, No dejamos que la herida se cierre. No aceptamos la condición. Caemos
victimas de pensamientos repetitivos, que nos devoran. El pasado se hace un
infierno, y el futuro un barranco sin fondo. Insistimos en restregarnos la
herida, por días, semanas, años, incluso toda una vida.
Como toda
herida en la vida, El dolor es necesario, pero el sufrimiento es opcional. Date
tiempo para cuidar esa herida que te tiene mal. No la niegues, ni la ocultes, cuídala,
entiende porque ocurrió, y deja que sane. Las heridas del alma, son las más
dolorosas, pero son las que más nos enseñan a valorarnos a nosotros mismos.
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