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jueves, 15 de octubre de 2015

Belleza



“Solo puedo guiarme por lo que veo. Pero me aleja de lo que siento. No importa cuán hermosa pueda ser la rosa que contemple hace unos instantes; ahora que la tengo en mis manos, clava firmemente sus espinas, y trata de alimentarse de la sangre carmesí. ¿Es acaso La belleza, no otra cosa que una ilusión, imposible de alcanzar?. La rosa era hermosa, mientras era lo que era. Al tratar de retenerla, su suerte estaba echada.Aquella belleza se secaría, junto con las gotas de la sangre, que escurrían por mi mano.”

Superficial. Es la forma en la que nos comportamos en sociedad. Es extremadamente complejo, no caer bajo los influjos de la imagen, en un mundo que avanza frenético, en la búsqueda de la perfección como sinónimo de la felicidad. Perfección que termina convirtiéndose en una obsesión difícil de controlar. Tenemos por seguro, que las apariencias, los cuerpos perfectos, las vidas perfectas, son necesariamente sinónimos de felicidad sin freno.

Los circuitos digitales, se ven saturados y colapsados de rostros sonrientes, disfrutando de la vida, Inmortalizando momentos que pareciera, han vivido otras personas. Vivimos en una vitrina, que manejamos a nuestro antojo y quisiéramos llenar en cada momento de los más preciados elementos que podamos encontrar. Nos volvimos esclavos de la belleza superficial, cuando hay ocasiones que en el fondo, en ella se oculta la podredumbre.  Hoy, señalar nuestros sentimientos en la palestra de las redes sociales, o victimizarnos ante el mundo, parecen ser los casos más emblemáticos de una sociedad que se resiste al fracaso, y que pone por encima de todo, el bienestar. Buscamos apoyo y aprobación.  No queremos dolor, no queremos fealdad. Rechazamos todo lo que tenga que ver con la mutación y el cambio. Odiamos la vejez y su aroma rancio. Asimilamos la fealdad con la muerte y la miseria. 

Pero como cita el párrafo de más arriba, es quizás lo ilusorio de la belleza, lo que encierra el verdadero enigma: Hay una belleza invisible detrás del todo. Detrás del halo de la realidad. Una que perdura en el tiempo, y se hace inmortal. Algo que es más que poesía en el tiempo. Quizás como cita el Zen, la belleza solo se encuentra en el momento. Pretender aferrarse a ese momento, es lo que encierra el dolor.

martes, 11 de agosto de 2015

La Quimera del Recuerdo

En la mitología griega, existia un animal fabuloso llamado "Quimera", nacida la unión entre la monstruosa ninfa Equidna y el dios Tifón. La bestia, que fue derrotada por Belerofonte y su caballo alado Pegaso, tenia cabeza de León, cuervos de cabra y escupía fuego. Aterrorizaba con su presencia a quien osara enfrentarle. 

Los recuerdos a veces actuan como este ser mitologico, salvo que, en esta oportunidad, la bestia está encerrada en la jaula del subconsciente, y nos ataca furiosamente a través de los sueños, y en otras ocasiones, cuando despiertos, somos victimas de los pensamientos recurrentes. 

La Quimera de los recuerdos, agotada y sin razón, se presenta ante nosotros tratando de hacer tronar nuestra cordura y nuestra estabilidad, repitiendo una y otra vez un absurdo irrealizable, una acción vedada al consciente y al presente. Se intenta ocultar en la mente, pero queda expuesto al intentar asustarnos con su sombra. A veces dudamos, y a otras tantas, nos derriba con su rugido...

¿Qué ocurre cuando nuestros pensamientos, se transforman en traicioneras visiones que emergen una y otra vez desde nuestro ser, para tratar de persuadirnos de un sentimiento en particular, que pretendemos retener?

¿Qué hay de lo que nuestro organismo esta pretendiento dar cuenta, mediante este recurso?

Es un extraño fenomeno el que se produce en la mente. Tratar de colorear recuerdos y emociones, casi al punto de elevarlas al nivel de ensoñaciones mágicas e irrepetibles. Y es que en verdad cuesta calmarse en este punto. Crees que tienes todo bajo control ahi dentro, y un pequeño trozo del pasado se sigue colando al interior, siendo tan pequeño, pero produciendo una sombra enorme. Es quizas en estos momentos, cuando ha llegado la hora de sacar de una buena vez todos los sedimentos acumulados en el alma, para darle espacio a nuevas vivencias, y porque no, darle espacio a nuestro ser para que pueda renacer. Aferrarse a los recuerdos, es simplemente engañarse a si mismo en el presente. Hay que hacer como Belerofonte, y afrontar nuestros miedos, a la cara, sin temor, para que finalmente desaparezcan como la Quimera.