Un día su mente ya no pudo seguir jugandole trucos, adornando aquellos momentos de felicidad que en realidad no eran tales. Ya no había ahí un Dios que lo había abandonado, ni un amor ausente, ni un amigo que lo había traicionado.
Llegó el dia en que, como si alguien le hubiera dado una cachetada o arrojado un balde de agua fría, se dió cuenta cuanto había perdido en sentirse mal.
¡Si hasta se había acostumbrado!. Era tan normal compadecerse de si mismo, que ya lo hacia de manera automática, esperando que ese acto cirsence le hiciera sentir mejor.
Pero ya no resultaba.
Se había despertado y todo era claro. Se había olvidado totalmente de el detalle mas importante de todos: se había dejado de amar a si mismo, en el proceso de amar a los demas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario